Nací más negro que la suela de un zapato y a punto estuve de no contarlo.
Pero aquí sigo.
Me llamaron Antonio como mi padre, pero mi madre quiso dejar su impronta y me agregó un Jesús.
Aunque gracias no pueda decirle, culparla, menos. Lo asumo. No fue un parto fácil precisamente el mío.
Por intuición pronto llegué a entender que mi nombre me condenaba a una vida de teleculebrón.
Y por vocación, me propuse desde entonces, rendirle honores y disfrutarla.
Sin estridencias y en tiempo "Allegro Moderato" eso sí.
Tuve una infancia feliz con un seiscientos incluído. Que nos llevaba en lote a toda la familia hasta una casa en Cárdenas, destino de nuestras escapadas veraniegas.
Mis primeras letras las alumbré entre un colegio de monjas y otro de frailes. Eran los años de la EGB.
Fui un chico formal. Y me gustaba.
Cubrí los vacíos propios de la adolescencia con un bachiller de letras, ansias de cine, "Verano Azul" y lecturas en la biblioteca de mi pueblo.
Pero siempre ha pervivido en mí, cierta querencia hacia una imposible vocación científica.
¿Se entiende ahora por qué era imposible?
De aquellos días recuerdo que Franco estaba muerto.
También que la ETA mataba todas las semanas.
Y que unos militares y unos guardias que quisieron dar un golpe, acabaron con sus huesos en la cárcel. Por muchos años.
Pero hace ya tanto de eso que igual mi memoria falla. La mía. Solo.
Creo recordar también que quise malearme una temporada. Pero aquello se saldó con un sonoro fracaso por falta de convicción.
Y un exilio forzoso en la capitaleja.
Aunque en Ciudad Real no había Facultad de Derecho, logré licenciarme allí en algo conocido por las siglas "CEJE" que cejo de traducir aquí.
De esa época guardo un buen recuerdo y un pisapapeles verde con el que nos obsequiaron al culminar los estudios.
Siempre que nos acecha un pasado oscuro conviene afrontarlo sin recelos. Cuanto antes lo confiese mejor: Donde me formé de verdad fue oyendo antena 3 radio con aquellas tertulias donde ejercía su magisterio Santiago Amón.
Conste pues que eso del "CEJE" y sus aledaños apenas fue una anécdota. Y que no me arrepiento de la herejía.
Por lo demás, en aquel entonces, siempre gobernaba el PSOE y hasta yo creía posible la reinserción.
También era un crédulo fervoroso en la Universidad como templo del saber y en la idea de que el saber mismo era algo envuelto en un título con membrete oficial del Estado.
Así que tras la licenciatura en Derecho no paré hasta lograr la admisión en los cursos de doctorado y la Suficiencia Investigadora en Derecho Penal.
Da igual lo que fuera aquello. Como la "EGB", la casa de Cárdenas, el "CEJE", o antena 3 radio, la "Suficiencia Investigadora" ya no existe. A diferencia de Franco que ya ha debido superar a mi seiscientos en pervivencia.
Nunca llegué a redactar mi tesis porque no dí con ningún sumo sacerdote que quisiera aceptarme como su acólito.
Y es raro, porque como monaguillo soy "the best".
Así me quedé fuera del sagrado recinto de los doctores, sin posibilidad de reinserción hasta la fecha.
Lo que tampoco me desconsuela.
Con mi contumacia habitual he seguido acumulando prohibiciones de entrada a muchos sitios más.
Agradecido y tan ricamente.
El mundo es ancho y basta fijar un rumbo para ponerse a caminar. Salvo una excepción que se me ocurre, lo de andar queda, casi siempre, para gente ociosa e indiferente.
A la postre, tiene su gracia que los acontecimientos hayan venido luego a demostrar, que una tesis, cuando no es una trampa para incautos, apenas luce como un abalorio con que distinguir a los papanatas que pululan en los aledaños del poder.
Y no daré nombres.
Con este y otros episodios vividos, he podido irme curando poco a poco de veleidades tóxicas y excesos de fervor, sin recurrir más que lo justo a calmantes y cataplasmas.
No he encontrado aún mejor receta que aceptar esa buena dosis de realidad en el momento que te llega.
Supera cualquier expectativa.
Nada que ver con seguir acumulando títulos con membrete, cachivaches varios y tristes pisapapeles.
Mi ocupación por lo demás ha sido siempre tan lícita como previsible.
Decidí ganarme las habichuelas como abogado y abrí pronto mi despacho para ir matando el hambre.
Siento decepcionar en esto también, pero como alfarero, no acababa de verme aunque nunca lo haya descartado del todo. Y Antonio Mercero no hay más que uno. Irrepetible.
No cabía opción mejor.
Estaba claro. Para desesperación de mis progenitores que nunca entendieron mi afán: Ser consciente de mis limitaciones y procurar asumirlas cuanto antes.
Encarar el mañana de frente. Sólo con las cargas y ataduras libremente aceptadas.
Desde entonces me he dedicado a trabajar y pagar las facturas.
Ínterin, me sigo esforzando en soportar, cada vez con menos paciencia, a los moralistas irredentos enfrascados "erre que erre" en la tarea de amargarnos la fiesta con su matraca.
Y con sus títulos.
¿Les dije ya que no creo en la reinserción?
Cumplidos veinte años en lo mío, sigo pagando las facturas y como últimamente hasta me han prohibido dedicar un tiempo a la política, he preferido cubrir aquí la necesidad de desahogar públicamente mis muchas carencias.
Las frustraciones siempre las he solventado en la más estricta intimidad.
Eso que ganan los votantes y pierden los lectores.
¿O es al revés?
Todo sea por no fumar.
Con mi medio siglo a cuestas, me identifico cada vez más con una frase de Germán Areta, alias "Piojo" que he adoptado como propia:
"Ando mucho, duermo poco y lo que veo no me gusta nada"
Pero me gustan los toros.
Detesto a los gatos.
Tengo tantas conchas porque peregrino regularmente a Santiago.
Me dejen o no, hago queimadas cuando se tercia.
Y me he agenciado este bló como arma de destrucción masiva.
Provecho será si al menos entretengo al tiempo.
Y recompensa bastante, si, de vez en cuando, logro arrancarle una sonrisa.
Lo celebraré como un gol de mi atleti.
Rarezas así bien lo merecen.
Pero no me engaño: Eso del fútbol no deja de ser otro territorio que también han invadido los postulantes a almas bellas.
Y eso del tiempo corre en un sentido único. No a mi favor precisamente.
Ahora me voy a compartir un vino con mis amigos.
Que tenemos que hablar de muchas cosas.
Si me disculpan.
Y si no me disculpan, también.
No tengo prisa.
Que tenemos que hablar de muchas cosas.
Si me disculpan.
Y si no me disculpan, también.
No tengo prisa.
Mañana seguro que sí...
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