Tenemos el destino de las uvas:
morir para dejar pobre memoria
de una lluvia otoñal,que transitoria
va al cóncavo sigilo de las cubas.
Tenemos el destino de los mostos:
vivir para la pena y la alegría
y ganar esperanza cada día
en el rojo latir de los agostos.
Somos la vid del sueño y su cosecha,
nos deshacemos en la luz estrecha
de un lagar que macera nuestra vida.
Y tenemos el mágico destino
de la uva que muere vuelta vino.
Luego, de un trago el tiempo nos olvida.
Leopoldo de Luis, Valdepeñas, 1995
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