Cual arpa de la rima becqueriana yace este bló, necesitado de entradas que no llegan porque su huésped, de por sí reservado y algo hosco, más por timidez que por desdén o misantropía, es hombre poco dado a públicas efusiones.
Quizá ese sentido déficit de sociabilidad explique mejor que nada mi ingenua disposición para integrar una lista electoral las pasadas elecciones municipales, con tanta ilusión como inútil afán.
La experiencia, lejos de reconfortante y adecuada para paliar esos primeros conatos de insociabilidad que tan unidos se me antojan a la propia evolución personal, ha servido para agudizar mi desconfianza en el ser humano.
Y es que, por más que las cosas casi nunca resulten como uno las espera, incluso en estos desengaños también hay escalas de intensidad variable.
La digestión del episodio está siendo lenta y sólo cuándo haya acabado estaré en condiciones de recuperar las muchas plumas que he perdido en esta gatera.
Mientras, sospecho que no van a faltar ocasiones para pequeñas escaramuzas, como la que hace unos días, me llevó a dirigir a un conocido medio, el escrito que abajo dejo para público conocimiento.
Consten mi agradecimiento por su publicación y mi brindis a los medios.
Desde el ruedo.
Vale.
Extraño mundo el de la política, donde se te expulsa incluso trabajando de gratis.
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