El hombre es "mu" malo y no por genética, es que le va la marcha cuando intuye una ventaja en el horizonte. Como además cada vez es más antojadizo, los códigos morales definitivamente se la petan. Y como para colmo, la pluralidad social le obliga a un diálogo permanente, que defina un consenso mínimo sobre los estándares éticos aceptables, pasa del rollo y el que venga atrás que arree.
Cuándo crío, me molaba Sócrates y su idea de que la eterna ingenuidad moral del hombre se curaba con conocimiento. Tararí que te ví. Con conocimiento, lo que se perfecciona sin duda es la manera de obrar mal, e incluso (sino sobre todo), de obrar mal para que parezca que se obra bien. Y eso último, "el parecer como que", es al final la constante que mejor calibra el comportamiento humano.
Sócrates, por encima de cualquier cosa, quería parecer sofista para que sus opiniones fueran aceptadas por la gente bien y él se convirtiera en referente de autoridad. Pero los sofistas, que eran unos tipos muy serios y le tenían muy "calao", se choteaban en sus barbas de las ocurrencias de Sócrates (que en el fondo no les aguantaba dos asaltos dialécticos) y por eso, jamás lo aceptaron como uno de los suyos.
Y claro, de ese berrinche sin curar de Sócrates, que se sabía débil y encima era soberbio hasta decir basta, nos vienen nuestras desgracias.
Porque hay siempre un Platón zangolotino y taimado al lado de cada Sócrates llorón, para reforzarlo en su idea de ser filósofo en vez de alfarero, pongo por caso; cuándo todo se podría haber resuelto en ese momento, encauzando la energía creativa de Sócrates hacia un fin más productivo que le deparase provecho análogo y dónde nadie le negara su auctoritas, "haciendo como si" se la reconocía.
Porque hay siempre un Platón zangolotino y taimado al lado de cada Sócrates llorón, para reforzarlo en su idea de ser filósofo en vez de alfarero, pongo por caso; cuándo todo se podría haber resuelto en ese momento, encauzando la energía creativa de Sócrates hacia un fin más productivo que le deparase provecho análogo y dónde nadie le negara su auctoritas, "haciendo como si" se la reconocía.
Pero en vez de reorientarlo profesionalmente, Platón le comió la oreja para hacerle creer que no tenía rival y además debía dedicarse "full time" al estudio de lo bueno, lo justo y lo bello. Y Sócrates, encantado claro, aceptó esa misión y con ella la evidencia, para otros paradoja cuando menos, de que si bien el hombre es ingenuo, la sociedad sin duda es culpable. Más que nada, de todas las desgracias que la acechan por no seguir los consejos del sabio faltaría más, que al final de eso se trataba, oiga.
Que, cuándo el déspota de turno le dió vela en el entierro de Siracusa, demostrara de sobra, cómo una sociedad entera iba directa al caos en el momento en que se dejaba iluminar por las consejas de Platón, tampoco podía ser responsabilidad del sabio; pues a su entender, las ideas habitan felices en su mundo propio y es inevitable que se perviertan con el manoseo de unos seres mortales e impuros.
Al final, si se piensa un poco, lo único que importaba a Sócrates era dejar su impronta a cualquier precio, como un "influencer" hodierno cualquiera. Y si tomó la cicuta desafiante pudiendo salir por piernas, no es porque encarnara el héroe que Platón nos ha querido vender, sino más bien porque se comportó como lo que en verdad era: el redomado farsante y el genuino impostor ayuno de cualquier razonamiento con sustancia, que con tal de llevar razón y ganar una discusión, hasta era capaz de usarse a sí mismo como argumento "ad hominem" ; algo vetado por principio en cualquier debate sofista mínimamente serio.
"Ponle un gallo a Asclepio", decía el figura ya agonizante, pretendiendo "èpater le bourgeois" con su pretenciosa y oscura despedida.
¿Un gallo?
Una jaula de grillos era la chaveta de Sócrates. Pero así seguimos hoy, poniéndole hojitas de lechuga a unas ocurrencias negras como grillos, mientras nos regodeamos alabando como canto, lo que ni siquiera llega a gallo de grillo.
¿Un gallo?
Una jaula de grillos era la chaveta de Sócrates. Pero así seguimos hoy, poniéndole hojitas de lechuga a unas ocurrencias negras como grillos, mientras nos regodeamos alabando como canto, lo que ni siquiera llega a gallo de grillo.
Me excusaré de contar aquí aquella bizarra manera de cazar grillos cuándo chicos, que hasta podría considerarse corrupción de la infancia con los códigos hoy vigentes.
Me temo eso sí, que saberes poco platónicos pero efectivos en sus cometidos primarios, corren más que serio riesgo de desaparición porque no son precisamente del agrado de los sócrates y platones al acecho, para quienes todo lo provechoso va en contra del celoso culto a lo inútil que pretenden imponernos como puristas guardianes de sus ortodoxias "bellas" .
Y es que, insisto, el conocimiento está sobrevalorado y aunque nunca ha sido un problema de educación el hacer el mal, gracias a la tabarra de Platón todo sea dicho, se ha conseguido que se haga el mal cada vez más educadamente. Que para eso está la pedagogía, supongo